domingo, 14 de agosto de 2011

PENÉLOPE

PENÉLOPE

(El poeta griego Homero, quien vivió hace aproximadamente 2 mil 850 años, cuenta esta historia en el famoso libro llamado La Odisea. Así se llama el libro pues en idioma griego el nombre de Ulises es Odiseo).
Desde hace miles de años una historia pasa de boca en boca, de generación en generación, como una ilusión que la gente no quiere perder. Es la historia del amor de una mujer que dicen que vivió en Grecia hace más de 3 mil años. Se llamaba Penélope.
Hacía solamente dos años que Penélope y Ulises, el rey de la isla Itaca, se habían casado, cuando él tuvo que partir a la guerra en tierras lejanas. Con gran dolor, Ulises partió dejando a su joven esposa y a su pequeño hijo.
Diez años duró la guerra. Diez años esperó Penélope el regreso de su amado esposo. Cuando la guerra terminó, regresaron muchos príncipes a Grecia, pero Ulises no venía con ellos. Y un nuevo dolor embargó a Penélope.
Y pasaron los años sin noticia alguna de Ulises. Convencidos de que había muerto, los príncipes de Itaca y de las islas vecinas se instalaron en el palacio de Ulises, pretendiendo que la bella Penélope se casara con alguno de ellos. Si Ulises estuviera vivo ya habría regresado, decían ellos. Penélope los rechazaba alegando toda clase de pretexto.
Pero la insistencia de los príncipes era constante. Entonces Penélope les dijo un día: ¡Jóvenes, pretendientes míos! Ya que ha muerto Ulises, aguarden para pretender mis bodas, que acabe de tejer este lienzo que ha de ser el sudario de mi suegro cuando le sorprenda la muerte. ¡No se vaya a indignar alguna de las mujeres del pueblo si ve enterrar sin mortaja a un hombre tan distinguido!
Desde ese momento, Penélope pasaba el día tejiendo la gran tela. Pero cada noche entraba a escondidas al salón donde estaba el telar y deshacía lo que durante el día había tejido. Así entretuvo a los pretendientes durante cuatro años. Pero una noche, una de las sirvientas descubrió el engaño. Entonces, Penélope tuvo que terminar la tela.
Habían pasado ya veinte años desde que Ulises había partido para la guerra y Penélope seguía esperando su regreso. Los pretendientes alegaban que la nación necesitaba urgentemente un rey y hasta los padres de Penélope ya apuraban el casamiento.
Pero Penélope aún no se daba por vencida. Siguiendo una inspiración, fue a buscar el arco de su marido y llevándolo al salón donde estaban reunidos los pretendientes, les dijo: Pondré aquí el gran arco de Ulises y aquel que lo maneje y haga pasar una flecha por el ojo de doce hachas clavadas en hilera, será con quien me vaya, dejando esta casa a la que vine doncella, y de la cual habré de acordarme aún en mis sueños.
Uno a uno los príncipes trataron de cumplir la prueba. Pero ninguno consiguió tan siquiera tender el arco.
De pronto, un pordiosero que había llegado unos días antes al palacio, pidió que se le permitiera hacer la prueba. Tomó una flecha y acomodándola al arco, tiró de la cuerda y apuntó. La flecha atravesó los ojos de las hachas y salió sin tocarlas siquiera.
El pordiosero se arrancó los harapos y se dio a conocer: era Ulises. Había regresado y al enterarse de lo que estaba sucediendo en su palacio, se disfrazó de pordiosero para dar una lección a quienes se habían querido aprovechar de su ausencia.
Juntos de nuevo, los esposos olvidaron los sufrimientos de su larga separación.
Nota: Existe un antiguo vaso griego hecho hace más de 2 mil 450 años donde aparece el dibujo de Penélope hablando con su hijo y el telar con el lienzo que ella tejía y deshacía cada noche.

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