domingo, 14 de agosto de 2011

El libro sagrado de los indios ki-che

Desde los primeros tiempos las personas han comprendido que existe un Ser Supremo que creó a los seres humanos y a todo cuanto existe. Meditando sobre la Naturaleza y todas las maravillas que hay en ella, comprendieron que existe un Ser Supremo que gobierna las cosas sobre las que los humanos no tenemos poder.

Cada pueblo ha tenido una forma de adorar a ese Ser Supremo que llamamos Dios. Cada pueblo fue desarrollando una religión propia. Cada pueblo se imagino a Dios según su modo de sentir y sus costumbres.
En un libro muy antiguo de los indios Ki-ché de Guatemala, encontramos una oración a su dios. Algunas de las frases principales son:
¡Oh tú, hermosura del día! ¡Tú, Huracán; tú, Corazón del Cielo y de la Tierra! Vuelve hacia acá tu gloria y tu riqueza; concédeles la vida y el desarrollo a mis hijos y vasallos.
Dales a sus hijas y sus hijos. Que no encuentren desgracia ni infortunio, que no se introduzca el engañador ni detrás ni delante de ellos. Que no caigan, que no sean heridos, que no forniquen ni sean condenados por la justicia. Que no caigan en la bajada ni en la subida del camino. Que no encuentren obstáculos ni detrás ni delante de ellos, ni cosa que los golpee. Concédeles buenos caminos, hermosos caminos planos.
El libro de donde copiamos esto es el Pop Wuj, o Popol Vuh como también se le dice. Pop Wuj quiere decir Libro del Tiempo o Libro de Acontecimientos.
Cuando los españoles llegaron a nuestras tierras, los indios que aquí vivían tenían una religión muy diferente. Los primeros misioneros que llegaron no supieron comprender el sentimiento religioso de los indios. Por eso quemaron y destruyeron muchos de sus libros y escritos, tratando de obligarlos a abandonar sus creencias religiosas.
Por el año 1688 llegó a Guatemala el sacerdote Fray Francisco Jiménez. El padre Jiménez aprendió pronto la lengua Kiché y como era un hombre bondadoso y comprensivo logró ganarse la confianza de los indios. Llegó a ocupar el cargo de cura párroco de Santo Tomás Chuilá, que es como se llamaba en aquel tiempo Chichicastenango. Entre los años 1701 y 1703 los indos de esta zona le entregaron un libro que contaba la historia del pueblo Ki-ché. El padre Jiménez se interesó mucho en el libro y se dedicó a estudiarlo y traducirlo al español. Escribió el texto completo, tal como estaba en lengua Ki-ché y a la par fue poniendo el significado en español.
Andando el tiempo, el libro escrito de puño y letra por el padre Jiménez quedó en el convento de Santo Domingo y después fue llevado junto con muchos otros papeles a la Universidad de San Carlos. Allí permaneció más de 50 años sin que nadie se interesara en él. Años después llegó a visitar la Universidad un viajero de Austria y allí se encontró con el manuscrito del padre Jiménez. Empezó a hojearlo y al darse cuenta de su gran valor, consiguió que le dieran una copia. Lo llevó a su tierra y lo publicó en alemán. Después el Popol Vuh fue traducido a muchos otros idiomas. Hoy día el libro escrito a mano por el padre Jiménez se encuentra en una biblioteca de la Ciudad de Chicago, en Estados Unidos.
El Popol Vuh comienza contando la creación del mundo. Vamos a copiar algunos párrafos de esa parte:
“Todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.
No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.
No había nada que hiciera ruido, no cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo.
Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Solo el Creador y el Formador, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules. Así pues existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que es el nombre de Dios.
¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron.
Luego la tierra fue creada por ellos. ¡Tierra! Dijeron, y al instante crecieron las montañas.
Luego hicieron los animales pequeños del monte, los guardianes de todos los bosques, los genios de la montaña, los venados, los pájaros, leones, tigres, serpientes, culebras, cantiles (víboras), guardianes de los bejucos.
Y estando terminada la creación de todos los cuadrúpedos y las aves, les fue dicho a los cuadrúpedos y pájaros por el Creador y Formador y los Progenitores: “Hablen, griten, gorjeen, llamen, hable cada uno según su especie, según la variedad de cada uno. Así les fue dicho a los venados, los pájaros, leones, tigres y serpientes.
Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres; sólo chillaban, cacareaban y graznaban: Entonces se les dijo: Ustedes serán cambiados porque no se ha conseguido que hablen.
Entonces fue la creación y la formación del hombre. De tierra, de lodo hicieron la carne. Pero vieron que no estaba bien, tenía velada la vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento.
Entonces desbarataron y deshicieron su obra y su creación. Y enseguida dijeron: “¿Cómo haremos para perfeccionar, para que salga bien nuestros adoradores, nuestros invocadores?
Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra, tuvieron hijos pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas. Ya no se acordaban del Corazón del Cielo.
Estos fueron los primeros hombres que en gran número existieron sobre la faz de la tierra. No pensaban, no hablaban con su Creador y Formador, que los habían hecho, que los habían creado. Y por esa razón fueron muertos, fueron anegados. Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo.
Y dijeron los Progenitores, los Creadores y Formadores: Ha llegado el tiempo del amanecer, de que se termine la obra: que aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra. Así dijeron.
De seguida platicaron acerca de la creación y la formación de nuestra primera madre y padre. De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres y como tenían la apariencia de hombres, hombres fueron; hablaron, conversaron, vieron y oyeron, anduvieron, agarraban las cosas; eran hombres buenos y hermosos y su figura era de varón”.
Más adelante el libro cuenta las aventuras de dos jóvenes que representan la lucha entre el bien y el mal; el castigo de los malos y la humillación de los soberbios.
Después viene un relato del origen de los pueblos indígenas de Guatemala, como se distribuyeron por el territorio de Guatemala, sus guerras, sus conquistas y el dominio de la raza Ki-ché.
También viene una lista de los reyes que gobernaron ese territorio. En esa lista se menciona como últimos a Juan de Rojas y Juan Cortés, que eran nietos de los reyes a quienes el conquistador español Pedro de Alvarado quemó frente a Utatlán. Por este y otros datos que aparecen allí, se cree que el libro que los indios entregaron al padre Jiménez lo terminaron de escribir alrededor del año 1544. En ese libro se dice que existió un libro original, más antiguo, pero que desapareció. Es muy posible que el libro original fuera quemado junto con los muchos escritos que quemaron los primeros misioneros españoles que llegaron a nuestras tierras. Por eso los indios escribieron de nuevo uno y ese fue el que le entregaron a Fray Jiménez.
Casi nadie, de los que tenemos una religión cristiana, podemos comprender muy bien el significado del Popol Vuh. Pues todas las religiones tienen algo misterioso que los seres humanos no podemos explicar. Pero sí podemos darnos cuenta de que nuestros antepasados también creían que el mundo y todo cuanto existe fue creado por un Ser Supremo. Un ser a quien ellos llamaban “el Creador y Formador, el padre de la vida, de todo lo creado, el que da la respiración y el pensamiento, el que vela por la felicidad de los pueblos, la felicidad de los seres humanos, el sabio, el que medita en la bondad de todo cuanto existe en el cielo, en la tierra, en los lagos y en el mar”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario